I. INTRODUCCIÓN
Desde 1959, aproximadamente, en que Miguel León–Portilla publicara en México Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, ya no se puede repetir como verdad inexpugnable que “la historia es la narración de los vencedores”. Los estudios historiográficos americanos actuales –amalgamado con los avances de la moderna antropología, de la sociología y de la teoría del discurso- buscan, desde diferentes niveles de pertinencia, desentrañar UNA verdad, la que surge de la interacción texto y discurso colonial -sea este crónica, relación, carta u otro- entre las tantas que pueden surgir del análisis textual.
Si el texto es una formación semiótica singular, cerrada en sí, dotado de un significado, donde el sentido se produce y produce con el funcionamiento textual, podemos afirmar que un texto no es una realidad sino el material para reconstruirla, por lo que “la verdad en el discurso no es una representación de una verdad exterior, sino una construcción“[1]. De ahí que no se puede confudir la verdad histórica con la verdad discursiva, ni muchos menos pretender establecer correspondencia entre lo que se dice y su referente externo; “la verdad histórica es, lo hemos dicho, un efecto sentido, construido por el texto histórico”[2], y cuyo flujo de información no cesará de condicionar reacciones- respuestas en un destinador social, en los diferentes momentos de la comunicación textual. Estas respuestas, generalmente de carácter axiológicas o valorativas, permiten un nuevo acercamiento a nuestra realidad americana; construir UNA verdad desde la otra orilla, y nos obliga a replantear viejos esquemas ideológicos- conceptuales con los cuales mirábamos nuestro mundo, muchas veces plagados de perjuicios, más allá de nuestras fobias y filias. Como bien lo afirma León – Portilla: “tomar conciencia del pasado, lejos de ser evasión de los problemas del presente, es atributo esencialmente humano que lleva a contemplar la realidad con más amplias perspectivas “ [3].
Existe una aparente contradicción. Por un lado se afirma que el texto es un todo único cuya secuencia de signos produce sentido, y, por el otro, que es el texto el que permite modificar nuestra visión de la realidad. Pero, en palabras de Bajtin, “el texto es el confín y los puntos de contacto y de intersección de todas las disciplinas“[4] y, además, en la relación entre cultura y texto vemos que la cultura es un sistema de significación, un lenguaje cuyas manifestaciones concretas son textos de esta cultura. Lozano afirma que “entre universo cultural y el texto individual o singular hay una relación de isomorfismo (....) el micro texto elemental es la palabra y la cultura es doble. La palabra aparece como el primer elemento de la cultura, mientras que la cultura se presenta como una cantidad de palabras (de texto). El primer elemento de la cultura repite sin embargo en un nivel más bajo de la estructura textual los trozos de la cultura como tal, y viceversa (...) la cultura es la palabra (el texto) mientras que el texto es la cultura. El principio de isomorfismo pues, funciona en todos los niveles de la cultura, que se puede considerar entonces sea como sea una serie de textos, sea como un texto único organizado de modo particular” [5].
En este contexto, el análisis textual nos permitirá configurar la estructura ideológica-política con la cual el sujeto enunciador observa y juzga su contexto social. Para el presente estudio hemos elegido la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas, que como discurso colonial plantea su propia figurativización del sujeto colonial en cuanto colonizador, y del sujeto colonial en cuanto colonizado, además construir su propio discurso como sujeto enunciador en relación a la invasión de América por los españoles. No entraremos a discutir actuales planteamientos étnicos, culturales, nacionalistas o de otro género; buscaremos en todo momento reconstruir un hilo del vasto y complicado tejido de la historia cultural hispanoamericana en base a la descripción de algunos elementos que plantea el texto. A pesar que este estudio no se ubica desde la perspectiva del OTRO,[6] puesto que no pretendemos profundizar nuestro conocimiento del sujeto colonizado policultural y multilingüe como autor o agente de discursos, formularemos sí algunos aspectos sobre él.
II. LA BREVÍSIMA RELACIÓN EN EL CONTEXTO DE LAS CRÓNICAS DE INDIAS
Existen varias perspectivas a partir de las cuales podemos clasificar las crónicas de las India; aún así resulta evidente que esos intentos son parciales y e inoperantes, pues “la inoperancia parcial de las clasificaciones se deriva del hecho que un autor ocuparía inevitablemente varios casilleros e cualquiera de las formas de clasificación”.[7] Así, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, (a partir de estos momentos sólo será Brevísima relación) sería una especie de crónica no oficial, religiosa, directa, etc., clasificación que no nos acerca a la esencia misma de la relación. Pease nos permite un derrotero que nos permitirá ubicarla con más acierto:
“Debe pensarse por ello en un ordenamiento general y cronológico, que cada cronista escribió una obra inscrita en un ciclo historiográfico específico, lo que hace primar en cada caso criterios y opiniones concretas y, de otro lado, cada autor utilizó determinadas fuentes, especialmente a los cronistas previos o contemporáneos –editados o manuscritos- cada uno pudo consultar. Pueden diferenciarse los cronistas previos por su actitud frente a Pizarro o al Tawantinsuyu y su legitimidad, pero también por su mayor o menor acercamiento a los Andes, su aprendizaje del quechua o el aymará o su ignorancia lingüística, por su intento de comprender la vida andina o por la forma como se amoldaron simplemente a los criterios eurocéntricos propios del momento.” [8]
Si consideramos las fechas en la que fue escrita la Brevísima relación (1542) y en la que fue publicada (1552), si analizamos que la temática se centra en la protesta contra los abusos y exterminio de los indios, si vemos que entre sus fuentes estaba Colón y la cultura clásica europea, si analizamos su actitud de rechazo frente a los conquistadores y de compasión frente a los indígenas, su visión del paisaje americano y del indio, podemos ubicar la crónica o relación en el ciclo histográfico de transición entre los cronistas iniciales representados por Colón, Xerez, Mena, y el del segundo ciclo de cronistas (1550 a 1600 aprox.) de Betanzos, Cieza y Polo de Ondegardo, entre otros. Es un cronista de transición porque Las Casas en la Brevísima relación no busca crear un paisaje ni destacar la invasión y la colonización inicial, como sí fue el motivo de los primeros cronistas. Tampoco busca investigar sobre el pasado andino ni indagar en la memoria de la población andina, como fue el de los segundos. Sólo busca informar al Rey sobre la realidad de las conquistas de tierras americanas, sus abusos y barbaries, por parte de los españoles, para evitar así la destrucción total del continente:
“Considerando, pues, yo (muy poderoso Señor) los males y daños, perdición y jacturas (de los cuales nunca otros iguales ni semejantes se imaginaron poderes por hombres hacer) de aquellos tantos y tan grandes y tales reinos, y, por mejor decir, de aquel vastísimo y nuevo mundo de las Indias, concedidos y encomendados por Dios y por su Iglesia a los Reyes de Castilla para que los rigiesen y gobernasen, convirtiesen y esperasen temporal espiritualmente, como hombre que por cincuenta años y más de experiencia, siendo en aquellas tierras presente los he visto cometer; (...) no podría contenerse de suplicar a Su Majestad, con instancia importuna, que no conceda ni permita las que los tiranos inventaron, prosiguieron y han cometido, que llaman conquistas (...) (hechas contra aquellas indianas gentes, pacíficas, humildes y mansas que a nadie ofenden) son inicuas, tiránicas, y por toda ley natural, divina y humana condenadas, detestadas y malditas (..) por derramar tan inmensa copia de humana sangre, y despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuantos de gentes, aquellas tierras grandísimas, y robar incomparables tesoros (...) tuve por conveniente servir a Vuestra Alteza con este sumario brevísimo, de muy difusa historia que de los estragos y perdiciones acaecidas se podría y debería componer”.[9]
Para Beatriz Pastor, el discurso colonial “narra un proceso de conquista y transformación de un mundo y contiene varias voces situadas, en algunos casos en extremos opuestos del proceso de percepción y representación de una misma realidad que abordan desde actitudes mucho más contrarias”[10], y que se expresan en dos discursos fundamentales que organizan dicho discurso narrativo de la Conquista: el discurso mitificador, caracterizado por la creación de mitos y modelos en torno a la realidad americana (ficcionalización, deformación e instrumentalización de la realidad) y el discurso desmitificador, que comprende el discurso narrativo del fracaso y el discurso narrativo de la rebelión, los mismos que van a cuestionar y desmitificar los mitos y modelos creados por los anteriores discursos con relación al Nuevo Mundo y al proceso de la Conquista. En este segundo tipo de discurso, y más concretamente en el discurso narrativo del fracaso, estaría comprendida la Brevísima relación. Por otro lado, cada tipo de discurso va a crear, consolidar y fortalecer sus propios estereotipos sobre el hombre americano, América y sobre el conquistador. En otras palabras, no solamente nos presentarán la narración de hechos sino que también nos dirán algo más:
“El testimonio verbal de una experiencia personal de la Conquista del Nuevo Mundo que constituyen los diversos Diarios, Cartas y Relaciones que integran el Discurso Narrativo de la Conquista, no aparece circunscrito a la simple narración de la acción o de los hechos. En torno a ese objetivo declarado, agazapada detrás de la aparente objetividad y veracidad que pretenden certificar los reiterados juramentos que reivindican el carácter documental de lo narrado, se desarrolla la presentación de una problemática personal y colectiva, que transciende la simple relación de los hechos para profundizar en la expresión de la compleja relación del hombre con la historia”. [11]
III. VISIÓN SOBRE LAS CONQUISTAS ESPAÑOLAS
La Brevísima relación es un testimonio histórico o un conjunto de informes acerca de los hechos ocurridos en los primeros cuarentaidos años de la conquista española, dado por un testigo de vista, Fray Bartolomé de las Casas. En aquella se narra la invasión, saqueo y destrucción de la Española y sus reinos, de San Juan, Jamaica, Cuba, Nicaragua, Nueva España (México), Guatemala, Panuco, Jalisco, el reino de Yucatán, las provincias de Santa Marta y Cartagena, la costa de las perlas y de Paria, de la Isla Trinidad, del reino de Venezuela, del Río la Plata, el Perú y del nuevo reino de Granada.
Le interesa a las Casas mostrarse en todo momento como quien ha tenido acceso directo a la información que presenta, como testigo presencial o agente de los acontecimientos que narra, pues funda su discurso sobre la base de su conocimiento histórico logrado por la percepción directa, la experiencia, la autopsia, o el “yo he visto”[12]. Cuando no ha sido testigo presencial de los hechos, fundamenta su argumentación en fuentes de mucha confiabilidad, en testigos directos; es decir, narra las revelaciones hechas por medio de alguno que las haya visto, lo cual le da credibilidad[13]:
“(...) como hombre que por cincuenta años y más de experiencia, siendo en aquellas tierras presente los he visto cometer...” [14]
“hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo” [15]
“Yo vi de todas las cosas arriba dichas, y muchas otras infinitas” [16]
“con esto quiero acabar, hasta que vengan nuevas de más egregias en maldad (si más que estas pueden ser), cosas o basta que volvamos allá a verlas como cuarenta y dos años ha que las vemos por los ojos sin cesar, protestando en Dios y en mi conciencia” [17]
Desde el yo he visto Las Casas va a denunciar el proceso de destrucción de la Indias, iniciándose así todo un proceso de valoración crítica de la forma concreta que tomó el desarrollo de la conquista y colonización del nuevo Mundo tal como lo llevaron a cabo los conquistadores españoles, y el consiguiente enjuiciamiento de los estereotipos existentes con relación a este proceso, a la visión del indio y de las tierras americanas desde el ángulo del colonizador. Redefine, por ejemplo, el concepto de conquista, considerada antes como necesaria obligación de los Reyes Católicos de extender el imperio del cristianismo (propagación de la fe) con la apropiación del botín americano, el cual era el pago legítimo de los esfuerzos por la evangelización. Este estereotipo mantenía su total vigencia sólo en los niveles conceptuales o ideales de los grupos directrices de la Conquista, pero en el plano de los hechos la conquista sólo significó saqueo material, guerras, pestilencias y repartimientos con la captura de esclavos para el tráfico con Europa y la colonia. La conquista dejó de ser un acto de heroísmo religioso para convertirse en una farsa salvaje de invasiones y saqueos despiadados. Así redefine Las Casas el concepto de conquista:
“Son inocuas, tiránicas, y por toda la ley natural, divina y humana condenadas, detestadas y malditas y que tienen por finalidad derramar tan inmensa copia de humana sangra, y despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuentos de gentes, aquellas tierras grandísimas, y robar incomparables tesoros” [18]
“Más han muerto (quiere decir, han matado) los españoles dentro de los doce dichos años (entre 1518 a 1530) en las dichas cuatrocientas y cincuenta leguas, a cuchillo y a lanzadas, y quemándolos vivos, mujeres y niños, y mozos y viejos, de cuatro cuentos de ánimas; mientras duraron los que ellos llaman conquistas, siendo invasiones violentas de crueles tiranos condenados no sólo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas, como son y muy peores que las que hace el turco para destruir la iglesia cristiana, y esto sin los que han muerto y matan cada día en la susodicha tiránica servidumbre, vejaciones y operaciones cotidianas” [19]
Al lexema “conquista” le asocia entonces los semas /invasión/, /tiranía/, /saqueo/,/muerte/, /destrucción/, /herejía/, /inhumano/, /humillación/ y salvajismo/. Estos semas se van a oponer a los estereotipos /colonización/, /civilización/, /cristianismo/, /evangelización/, /humanización/. De ahí que, lo que para los conquistadores significaba “poblar las Indias”, para Las Casas significaba “despoblar y exterminar”, lo que era para unos “rescatar riquezas”, para el otro era saquear y destruir”; por último, lo que significaba “civilizar” para el conquistador, para Las Casas no era más que “salvajismo y barbarie”. Así termina por configurar lo que podríamos llamar la “civilización de la barbarie” impuesta por el invasor a la “bárbara civilización” de los indígenas. Esta idea será capital en la configuración del “salvaje español” y del “civilizado indígena”.
IV. CONFIGURACIÓN DEL SALVAJE ESPAÑOL
Las Casas plantea que las conquistas violan la ley natural y divina y, por consiguiente, generan gravísimos pecados mortales, dignos de terrible y eternos suplicios. Esto nos permite inducir que la Brevísima relación no construye un discurso contrario a la fe y a la civilización europea, especialmente de la corona, no reniega el hecho de que los españoles posean civilización o cultura, ni tampoco que desconozcan a Dios, el Dios de la Iglesia Católica que inspira las luchas contra la “herejía musulmana e islamita”.
La conceptualización del “salvaje español” se configura a partir de los hechos realizados por los conquistadores y de las oposiciones constantes que el sujeto Enunciador hace entre indio / español y América / España. Por otro lado, este concepto “salvaje español” sólo es aplicable para aquellos que invadieron las Indias y la saquearon, pues, otra será la configuración discursiva que haga sobre los Reyes de España, específicamente.
4.1. HECHOS QUE CONFIGURAN LA BARBARIE ESPAÑOLA
Cuando describe el paso de los españoles por las distintas islas del Caribe y por los reinos de Tierra Firme, Las Casas se preocupa en resaltar una constante: después de la llegada de los españoles a los distintos lugares, los señores de las comarcas salen con su séquito principal a recibirlos con los honores de hermanos e inclusive hijos de los dioses; les hacen las reverencias y respetos y los conducen al centro de la ciudad donde se les rinde honores; luego pasan a las casas de los señores donde se les brinda alimentación, hospedaje y ciertos regalos (generalmente piezas de oro y plata). En pago a ello, los conquistadores traman apoderarse de todas las riquezas y hacerse temer por los indígenas, iniciando así feroces matanzas, sin tener en cuenta niños, mujeres embarazadas o ancianos. Queman en la plaza pública a los líderes indios, no sin antes vejarlos y humillarlos. Y luego incendian toda la comarca. Así se habla, por ejemplo, como “el Rey Guarioner, pacífico y devoto de los Reyes de Castilla, fue deshonrado públicamente al ser su mujer violada por un capitán español y luego conducido con grilletes y cadenas a las naves; como el rey Behechio y su hermana Anacaona hicieron grandes servicios a los Reyes de Castilla e inmensos beneficios a los cristianos y en recompensa sus nobles fueron quemados vivos y a los demás pobladores lo alancearon y metieron espada y a la señora Anacaona, por hacerla honra, ahorcaron” [20]; igual suerte corrieron Guacanagarí, Canoabo, Higuanama, Atabalipa, entre otros reyes indios, junto con sus pueblos, sin respetar a los niños.
“Y acaecía algunos cristianos, o por piedad o por codicia, tomar algunos niños para ampararlos sino los matasen, y poníanlos a las ancas de los caballos, venía otro español por detrás y pasábalo con su lanza; otro, si estaba el niño en el suelo, le cortaba las piernas con la espada. Alguna gente que pudo huir de esta tan inhumana crueldad, pasáronse a una isla pequeña, que está cerca de allí, ocho leguas en el mar, y el dicho gobernador condenó a todos estos que allí se pasaron, que fuesen esclavos porque huyeron de la carnicería”[21]
La violación de mujeres e hijos de los indios, los maltratos (bofetadas, puñaladas y palazos), la vejación a que eran objeto los señores del pueblo, las masacres y exterminios (despedazaban a los pobladores como cualquier acto lúdico o los quemaban vivos individualmente o en grupos), los saqueos y la desenfrenada ambición de oro estructuran la acción del “mal salvaje” o del “salvaje español”, como se puede apreciar en las siguientes citas:
“(...) los cristianos con sus catallos, y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades, extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaran y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quien de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las extrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por la piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo y burlando y cayendo en el agua decían: “Bullís cuerpo de tal”; Otras criaturas metían en la espada con las madres juntamente, y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo con paja seca, pegándole fuego, así los quemaban. Otros y todos los que querían tomar a vida cortábanles ambas manos, y de ellas llevaban colgando y decíanles: “Andad con cartas” (conviene a saber): llevad las nuevas a las gentes que estaban huidas por los montes. Comúnmente mataban a los señores y nobles de esta manera: que hacían una parillas de varas sobre horquetas, y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos desesperados, se les salían las ánimas” [22]
“(...) para vengarse hicieron ley los españoles, que todos cuantos indios de todo género y edad tomasen a vida echasen dentro de los hoyos, y así las mujeres preñadas y paridas, y niños y viejos, y cuantos podían tomar echaban a los hoyo hasta que los henchían, traspasados por las estacas, que era una gran lástima ver, especialmente las mujeres con sus niños. Todos los demás mataban a lazadas y a cuchilladas, echábanlos a perros bravos que los despedazaban y comían, y cuando algún señor topaban por honra quemábanlo en vivas llamas” [23]
“Débese de notar otra regla en esto: que en todas partes de las indias donde han ido y pasado cristianos, siempre hicieron en los indios todas las crueldades sus dichas, y matanzas, y tiranías, y opresiones abominables en aquellas inocentes gentes, y añadían muchos más y mayores, y más nuevas maneras de tormentos, y más crueles siempre fueron” [24].
4.2. OPOSICIONES QUE CONTRIBUYEN A CONFIGURAR AL “SALVAJE ESPAÑOL”
En todo sistema un elemento se define por oponerse a otro. En Las Casas se verifica este principio cuando tiene que caracterizar tanto al indio como al conquistador. Pero antes debemos puntualizar cual era la visión que el conquistador tenía del indígena, lo que podría en cierto modo justificar su actitud frente a él.
Para los primeros españoles la naturaleza del indígena estaba exenta de toda humanidad, pues sólo era un objeto, una “pieza”, una cosa. Por la ausencia de valores y costumbres occidentales, era no-civilizado, un estado intermedio entre la bestia y el objeto; por su desconocimiento de la religión católica, no era humano. Esta concepción que tiene su generador en Colón, se va a modificar ligeramente con los estereotipos planteados por Cortés y Bernal Díaz, al considerar al indio como naturales, bárbaros, infieles, diferentes e inocentes. Pero aún así, el indígena será considerado como botín de guerra, esclavo, bestia de carga y objeto, como se demuestra en las siguientes citas:
“Después de acabadas las guerras y muertos en ellas todos los hombres, quedando comúnmente los mancebos y mujeres y niñas, repartiéronlos entre sí, dando a uno treinta, a otro cuarenta a otro ciento y doscientos según la gracia que cada uno alcanzaba con el tirano mayor, que decían gobernador, y así repartidos a cada cristiano, dábanselos con esta color que les enseñase en las cosas de la fe católica, siendo comúnmente todos ellos idiotas y hombres crueles, avarísimos y viciosos, haciéndolos curas de ánimas. Y la cura o cuidado que de ellos tuvieron fué enviar los hombres a las minas y sacar oro, que es trabajo intolerable, y las mujeres ponían en las estancias, que son granjas, a cavar las labranzas y cultivar la tierra, trabajo para hombres muy fuertes y recios. No daban ni los unos ni los otros de comer sino hierbas y cosas que no tenían substancias, secábaseles la leche de las tetas a las mujeres paridas, y así murieron. En breve todas las criaturas (...) murieron en las minas de trabajos y hambre y ellas en las estancias o granjas de los mismos (...). Decir las cargas que les echaban de tres y cuatro arrobas, y los llevaban ciento y doscientas leguas, y los mismos cristianos se hacían llevar en hamacas, que son como redes, a cuestas de los indios, porque siempre usaron de ellos como bestias para cargas. Tenían mataduras en los hombres y espaldas de las cargas, como muy matadas bestias”. [25]
“(...) y acaeció allí dar por una yegua ochenta indios, ánimas racionales”. [26]
El indio para Las Casas, será en cambio, un ser racional, humano, seres simples, sin maldades ni dobleces, sin rencillas, ni bullicios, no rijosos, sin odios, obedientísimos, fidelísimos a sus señores naturales y a los cristianos, humildes, pacientes, pacíficos, delicados, tiernos, indefensos, paupérrimos, sin codicias, ni soberbias, ni ambiciones, aptísimos para recibir la fe católica y ser dotados de virtuosas costumbres y que si no tienen la doctrina de Dios y no obedecen al Rey de España es porque no lo conocen:
“Todas estas universas e infinitas gentes, a todo género crió Dios los más simples, sin maldades ni dobleces (...) cierto, estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios” [27].
Así, el buen salvaje o el bárbaro que es capaz de civilizarse, queda reducido por Las Casas a uno sola categoría: la de siervo: siervo para Dios y para el Rey, dotados de las mismas cualidades que posee cualquier ser humano sobre la tierra porque son “estas ovejas mansas y de las calidades susodichas, por su hacedor y criador así dotadas”. [28]
Por si hubiera dudas de lo que afirma, y si alguien pretende atribuir rebeldía a los indios para justificar todos los actos inhumanos de la conquista, Las Casas expresa que si en algún momento estas “ovejas mansas” se enfrentaron a los españoles, fue porque éstos los motivaron, y como todo ser humano que reacciona ante la masacre de sus seres queridos o a la destrucción de sus pueblos, los indios con toda justicia, al no soportar más abusos y masacres, se rebelaron:
“algunas veces raras y pocas mataban los indios algunos cristianos, con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen, habían los cristianos que matar cien indios”. [29]
“ninguno es ni puede ser llamado rebelde si primero no es súbdito”. [30]
Es gráfica la narración que hace Las Casas cuando se produce la matanza de los nobles y caballeros de sangre real de Moctezuma en la plaza de Tenochtitlán, la cual va a terminar en un levantamiento de indios que inclusive llega a herir de muerte a Moctezuma para pedirles guardar las armas:
“En la más propincua parte a los dichos palacios estaban sobre dos mil hijos de señores, que era toda la flor y nata de la nobleza de todo el imperio de Moctezuma. A estos fue el capitán de los españoles con una cuadrilla de ellos, y envío otras cuadrillas a todas las otras partes de la ciudad donde hacían las dichas fiestas, disimulados como que iban a verlas, mandó que a cierta hora todos diesen en ellos. Fue él, y estando embebidos y seguros en sus bailes, dice: “Santiago y a ellos”, y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados, y a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida: lo mismo hicieron los otros en las otras plazas. Fue una cosa ésta que a todos aquellos reinos y gentes puso en pasmo, y angustia, y luto e hinchó de amargura y dolor; y de aquí a que se acabe el mundo o ellos del todo se acaben, no dejaran de lamentar aquella calamidad y pérdida de la sucesión de toda su nobleza, de que se preciaban de tantos años atrás. Vista por los indios cosa tan injusta de su universal Señor, porque él mismo se lo mandaba que no acometiesen ni guerreasen a los cristianos, entonces pónense en armas toda la ciudad y vienen sobre ellos, y heridos muchos de los españoles apenas si pudieron escapar”.
De esta forma, los conquistadores españoles serán para Las Casas “lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos” que despedazaban, matan, angustian, afligen, atormentar y terminan con diferentes formas de crueldad a las ovejas mansas que son los indios. Además los conquistadores serán gente sin instrucción, avaros, vicios y crueles, que desprestigian la fe cristiana y al rey; gente deshonesta, sin palabra de honor, traicionera, hipócritas, desequilibrados, fieras abominables que matan sin razón o por un solo motivo: el oro.
Esta aproximación al sujeto colonizador como “salvaje español” merece ser dialogada con otros estudios coloniales en investigaciones futuras. Merecería destacarse por ejemplo la relación entre la ambición por la riqueza y la actitud de los españoles frente a los indios. Queda por resolver también la segunda oposición entre América y España, vista a la luz de un libro tan revelador como la Brevísima relación.
Desde 1959, aproximadamente, en que Miguel León–Portilla publicara en México Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, ya no se puede repetir como verdad inexpugnable que “la historia es la narración de los vencedores”. Los estudios historiográficos americanos actuales –amalgamado con los avances de la moderna antropología, de la sociología y de la teoría del discurso- buscan, desde diferentes niveles de pertinencia, desentrañar UNA verdad, la que surge de la interacción texto y discurso colonial -sea este crónica, relación, carta u otro- entre las tantas que pueden surgir del análisis textual.
Si el texto es una formación semiótica singular, cerrada en sí, dotado de un significado, donde el sentido se produce y produce con el funcionamiento textual, podemos afirmar que un texto no es una realidad sino el material para reconstruirla, por lo que “la verdad en el discurso no es una representación de una verdad exterior, sino una construcción“[1]. De ahí que no se puede confudir la verdad histórica con la verdad discursiva, ni muchos menos pretender establecer correspondencia entre lo que se dice y su referente externo; “la verdad histórica es, lo hemos dicho, un efecto sentido, construido por el texto histórico”[2], y cuyo flujo de información no cesará de condicionar reacciones- respuestas en un destinador social, en los diferentes momentos de la comunicación textual. Estas respuestas, generalmente de carácter axiológicas o valorativas, permiten un nuevo acercamiento a nuestra realidad americana; construir UNA verdad desde la otra orilla, y nos obliga a replantear viejos esquemas ideológicos- conceptuales con los cuales mirábamos nuestro mundo, muchas veces plagados de perjuicios, más allá de nuestras fobias y filias. Como bien lo afirma León – Portilla: “tomar conciencia del pasado, lejos de ser evasión de los problemas del presente, es atributo esencialmente humano que lleva a contemplar la realidad con más amplias perspectivas “ [3].
Existe una aparente contradicción. Por un lado se afirma que el texto es un todo único cuya secuencia de signos produce sentido, y, por el otro, que es el texto el que permite modificar nuestra visión de la realidad. Pero, en palabras de Bajtin, “el texto es el confín y los puntos de contacto y de intersección de todas las disciplinas“[4] y, además, en la relación entre cultura y texto vemos que la cultura es un sistema de significación, un lenguaje cuyas manifestaciones concretas son textos de esta cultura. Lozano afirma que “entre universo cultural y el texto individual o singular hay una relación de isomorfismo (....) el micro texto elemental es la palabra y la cultura es doble. La palabra aparece como el primer elemento de la cultura, mientras que la cultura se presenta como una cantidad de palabras (de texto). El primer elemento de la cultura repite sin embargo en un nivel más bajo de la estructura textual los trozos de la cultura como tal, y viceversa (...) la cultura es la palabra (el texto) mientras que el texto es la cultura. El principio de isomorfismo pues, funciona en todos los niveles de la cultura, que se puede considerar entonces sea como sea una serie de textos, sea como un texto único organizado de modo particular” [5].
En este contexto, el análisis textual nos permitirá configurar la estructura ideológica-política con la cual el sujeto enunciador observa y juzga su contexto social. Para el presente estudio hemos elegido la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas, que como discurso colonial plantea su propia figurativización del sujeto colonial en cuanto colonizador, y del sujeto colonial en cuanto colonizado, además construir su propio discurso como sujeto enunciador en relación a la invasión de América por los españoles. No entraremos a discutir actuales planteamientos étnicos, culturales, nacionalistas o de otro género; buscaremos en todo momento reconstruir un hilo del vasto y complicado tejido de la historia cultural hispanoamericana en base a la descripción de algunos elementos que plantea el texto. A pesar que este estudio no se ubica desde la perspectiva del OTRO,[6] puesto que no pretendemos profundizar nuestro conocimiento del sujeto colonizado policultural y multilingüe como autor o agente de discursos, formularemos sí algunos aspectos sobre él.
II. LA BREVÍSIMA RELACIÓN EN EL CONTEXTO DE LAS CRÓNICAS DE INDIAS
Existen varias perspectivas a partir de las cuales podemos clasificar las crónicas de las India; aún así resulta evidente que esos intentos son parciales y e inoperantes, pues “la inoperancia parcial de las clasificaciones se deriva del hecho que un autor ocuparía inevitablemente varios casilleros e cualquiera de las formas de clasificación”.[7] Así, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, (a partir de estos momentos sólo será Brevísima relación) sería una especie de crónica no oficial, religiosa, directa, etc., clasificación que no nos acerca a la esencia misma de la relación. Pease nos permite un derrotero que nos permitirá ubicarla con más acierto:
“Debe pensarse por ello en un ordenamiento general y cronológico, que cada cronista escribió una obra inscrita en un ciclo historiográfico específico, lo que hace primar en cada caso criterios y opiniones concretas y, de otro lado, cada autor utilizó determinadas fuentes, especialmente a los cronistas previos o contemporáneos –editados o manuscritos- cada uno pudo consultar. Pueden diferenciarse los cronistas previos por su actitud frente a Pizarro o al Tawantinsuyu y su legitimidad, pero también por su mayor o menor acercamiento a los Andes, su aprendizaje del quechua o el aymará o su ignorancia lingüística, por su intento de comprender la vida andina o por la forma como se amoldaron simplemente a los criterios eurocéntricos propios del momento.” [8]
Si consideramos las fechas en la que fue escrita la Brevísima relación (1542) y en la que fue publicada (1552), si analizamos que la temática se centra en la protesta contra los abusos y exterminio de los indios, si vemos que entre sus fuentes estaba Colón y la cultura clásica europea, si analizamos su actitud de rechazo frente a los conquistadores y de compasión frente a los indígenas, su visión del paisaje americano y del indio, podemos ubicar la crónica o relación en el ciclo histográfico de transición entre los cronistas iniciales representados por Colón, Xerez, Mena, y el del segundo ciclo de cronistas (1550 a 1600 aprox.) de Betanzos, Cieza y Polo de Ondegardo, entre otros. Es un cronista de transición porque Las Casas en la Brevísima relación no busca crear un paisaje ni destacar la invasión y la colonización inicial, como sí fue el motivo de los primeros cronistas. Tampoco busca investigar sobre el pasado andino ni indagar en la memoria de la población andina, como fue el de los segundos. Sólo busca informar al Rey sobre la realidad de las conquistas de tierras americanas, sus abusos y barbaries, por parte de los españoles, para evitar así la destrucción total del continente:
“Considerando, pues, yo (muy poderoso Señor) los males y daños, perdición y jacturas (de los cuales nunca otros iguales ni semejantes se imaginaron poderes por hombres hacer) de aquellos tantos y tan grandes y tales reinos, y, por mejor decir, de aquel vastísimo y nuevo mundo de las Indias, concedidos y encomendados por Dios y por su Iglesia a los Reyes de Castilla para que los rigiesen y gobernasen, convirtiesen y esperasen temporal espiritualmente, como hombre que por cincuenta años y más de experiencia, siendo en aquellas tierras presente los he visto cometer; (...) no podría contenerse de suplicar a Su Majestad, con instancia importuna, que no conceda ni permita las que los tiranos inventaron, prosiguieron y han cometido, que llaman conquistas (...) (hechas contra aquellas indianas gentes, pacíficas, humildes y mansas que a nadie ofenden) son inicuas, tiránicas, y por toda ley natural, divina y humana condenadas, detestadas y malditas (..) por derramar tan inmensa copia de humana sangre, y despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuantos de gentes, aquellas tierras grandísimas, y robar incomparables tesoros (...) tuve por conveniente servir a Vuestra Alteza con este sumario brevísimo, de muy difusa historia que de los estragos y perdiciones acaecidas se podría y debería componer”.[9]
Para Beatriz Pastor, el discurso colonial “narra un proceso de conquista y transformación de un mundo y contiene varias voces situadas, en algunos casos en extremos opuestos del proceso de percepción y representación de una misma realidad que abordan desde actitudes mucho más contrarias”[10], y que se expresan en dos discursos fundamentales que organizan dicho discurso narrativo de la Conquista: el discurso mitificador, caracterizado por la creación de mitos y modelos en torno a la realidad americana (ficcionalización, deformación e instrumentalización de la realidad) y el discurso desmitificador, que comprende el discurso narrativo del fracaso y el discurso narrativo de la rebelión, los mismos que van a cuestionar y desmitificar los mitos y modelos creados por los anteriores discursos con relación al Nuevo Mundo y al proceso de la Conquista. En este segundo tipo de discurso, y más concretamente en el discurso narrativo del fracaso, estaría comprendida la Brevísima relación. Por otro lado, cada tipo de discurso va a crear, consolidar y fortalecer sus propios estereotipos sobre el hombre americano, América y sobre el conquistador. En otras palabras, no solamente nos presentarán la narración de hechos sino que también nos dirán algo más:
“El testimonio verbal de una experiencia personal de la Conquista del Nuevo Mundo que constituyen los diversos Diarios, Cartas y Relaciones que integran el Discurso Narrativo de la Conquista, no aparece circunscrito a la simple narración de la acción o de los hechos. En torno a ese objetivo declarado, agazapada detrás de la aparente objetividad y veracidad que pretenden certificar los reiterados juramentos que reivindican el carácter documental de lo narrado, se desarrolla la presentación de una problemática personal y colectiva, que transciende la simple relación de los hechos para profundizar en la expresión de la compleja relación del hombre con la historia”. [11]
III. VISIÓN SOBRE LAS CONQUISTAS ESPAÑOLAS
La Brevísima relación es un testimonio histórico o un conjunto de informes acerca de los hechos ocurridos en los primeros cuarentaidos años de la conquista española, dado por un testigo de vista, Fray Bartolomé de las Casas. En aquella se narra la invasión, saqueo y destrucción de la Española y sus reinos, de San Juan, Jamaica, Cuba, Nicaragua, Nueva España (México), Guatemala, Panuco, Jalisco, el reino de Yucatán, las provincias de Santa Marta y Cartagena, la costa de las perlas y de Paria, de la Isla Trinidad, del reino de Venezuela, del Río la Plata, el Perú y del nuevo reino de Granada.
Le interesa a las Casas mostrarse en todo momento como quien ha tenido acceso directo a la información que presenta, como testigo presencial o agente de los acontecimientos que narra, pues funda su discurso sobre la base de su conocimiento histórico logrado por la percepción directa, la experiencia, la autopsia, o el “yo he visto”[12]. Cuando no ha sido testigo presencial de los hechos, fundamenta su argumentación en fuentes de mucha confiabilidad, en testigos directos; es decir, narra las revelaciones hechas por medio de alguno que las haya visto, lo cual le da credibilidad[13]:
“(...) como hombre que por cincuenta años y más de experiencia, siendo en aquellas tierras presente los he visto cometer...” [14]
“hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo” [15]
“Yo vi de todas las cosas arriba dichas, y muchas otras infinitas” [16]
“con esto quiero acabar, hasta que vengan nuevas de más egregias en maldad (si más que estas pueden ser), cosas o basta que volvamos allá a verlas como cuarenta y dos años ha que las vemos por los ojos sin cesar, protestando en Dios y en mi conciencia” [17]
Desde el yo he visto Las Casas va a denunciar el proceso de destrucción de la Indias, iniciándose así todo un proceso de valoración crítica de la forma concreta que tomó el desarrollo de la conquista y colonización del nuevo Mundo tal como lo llevaron a cabo los conquistadores españoles, y el consiguiente enjuiciamiento de los estereotipos existentes con relación a este proceso, a la visión del indio y de las tierras americanas desde el ángulo del colonizador. Redefine, por ejemplo, el concepto de conquista, considerada antes como necesaria obligación de los Reyes Católicos de extender el imperio del cristianismo (propagación de la fe) con la apropiación del botín americano, el cual era el pago legítimo de los esfuerzos por la evangelización. Este estereotipo mantenía su total vigencia sólo en los niveles conceptuales o ideales de los grupos directrices de la Conquista, pero en el plano de los hechos la conquista sólo significó saqueo material, guerras, pestilencias y repartimientos con la captura de esclavos para el tráfico con Europa y la colonia. La conquista dejó de ser un acto de heroísmo religioso para convertirse en una farsa salvaje de invasiones y saqueos despiadados. Así redefine Las Casas el concepto de conquista:
“Son inocuas, tiránicas, y por toda la ley natural, divina y humana condenadas, detestadas y malditas y que tienen por finalidad derramar tan inmensa copia de humana sangra, y despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuentos de gentes, aquellas tierras grandísimas, y robar incomparables tesoros” [18]
“Más han muerto (quiere decir, han matado) los españoles dentro de los doce dichos años (entre 1518 a 1530) en las dichas cuatrocientas y cincuenta leguas, a cuchillo y a lanzadas, y quemándolos vivos, mujeres y niños, y mozos y viejos, de cuatro cuentos de ánimas; mientras duraron los que ellos llaman conquistas, siendo invasiones violentas de crueles tiranos condenados no sólo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas, como son y muy peores que las que hace el turco para destruir la iglesia cristiana, y esto sin los que han muerto y matan cada día en la susodicha tiránica servidumbre, vejaciones y operaciones cotidianas” [19]
Al lexema “conquista” le asocia entonces los semas /invasión/, /tiranía/, /saqueo/,/muerte/, /destrucción/, /herejía/, /inhumano/, /humillación/ y salvajismo/. Estos semas se van a oponer a los estereotipos /colonización/, /civilización/, /cristianismo/, /evangelización/, /humanización/. De ahí que, lo que para los conquistadores significaba “poblar las Indias”, para Las Casas significaba “despoblar y exterminar”, lo que era para unos “rescatar riquezas”, para el otro era saquear y destruir”; por último, lo que significaba “civilizar” para el conquistador, para Las Casas no era más que “salvajismo y barbarie”. Así termina por configurar lo que podríamos llamar la “civilización de la barbarie” impuesta por el invasor a la “bárbara civilización” de los indígenas. Esta idea será capital en la configuración del “salvaje español” y del “civilizado indígena”.
IV. CONFIGURACIÓN DEL SALVAJE ESPAÑOL
Las Casas plantea que las conquistas violan la ley natural y divina y, por consiguiente, generan gravísimos pecados mortales, dignos de terrible y eternos suplicios. Esto nos permite inducir que la Brevísima relación no construye un discurso contrario a la fe y a la civilización europea, especialmente de la corona, no reniega el hecho de que los españoles posean civilización o cultura, ni tampoco que desconozcan a Dios, el Dios de la Iglesia Católica que inspira las luchas contra la “herejía musulmana e islamita”.
La conceptualización del “salvaje español” se configura a partir de los hechos realizados por los conquistadores y de las oposiciones constantes que el sujeto Enunciador hace entre indio / español y América / España. Por otro lado, este concepto “salvaje español” sólo es aplicable para aquellos que invadieron las Indias y la saquearon, pues, otra será la configuración discursiva que haga sobre los Reyes de España, específicamente.
4.1. HECHOS QUE CONFIGURAN LA BARBARIE ESPAÑOLA
Cuando describe el paso de los españoles por las distintas islas del Caribe y por los reinos de Tierra Firme, Las Casas se preocupa en resaltar una constante: después de la llegada de los españoles a los distintos lugares, los señores de las comarcas salen con su séquito principal a recibirlos con los honores de hermanos e inclusive hijos de los dioses; les hacen las reverencias y respetos y los conducen al centro de la ciudad donde se les rinde honores; luego pasan a las casas de los señores donde se les brinda alimentación, hospedaje y ciertos regalos (generalmente piezas de oro y plata). En pago a ello, los conquistadores traman apoderarse de todas las riquezas y hacerse temer por los indígenas, iniciando así feroces matanzas, sin tener en cuenta niños, mujeres embarazadas o ancianos. Queman en la plaza pública a los líderes indios, no sin antes vejarlos y humillarlos. Y luego incendian toda la comarca. Así se habla, por ejemplo, como “el Rey Guarioner, pacífico y devoto de los Reyes de Castilla, fue deshonrado públicamente al ser su mujer violada por un capitán español y luego conducido con grilletes y cadenas a las naves; como el rey Behechio y su hermana Anacaona hicieron grandes servicios a los Reyes de Castilla e inmensos beneficios a los cristianos y en recompensa sus nobles fueron quemados vivos y a los demás pobladores lo alancearon y metieron espada y a la señora Anacaona, por hacerla honra, ahorcaron” [20]; igual suerte corrieron Guacanagarí, Canoabo, Higuanama, Atabalipa, entre otros reyes indios, junto con sus pueblos, sin respetar a los niños.
“Y acaecía algunos cristianos, o por piedad o por codicia, tomar algunos niños para ampararlos sino los matasen, y poníanlos a las ancas de los caballos, venía otro español por detrás y pasábalo con su lanza; otro, si estaba el niño en el suelo, le cortaba las piernas con la espada. Alguna gente que pudo huir de esta tan inhumana crueldad, pasáronse a una isla pequeña, que está cerca de allí, ocho leguas en el mar, y el dicho gobernador condenó a todos estos que allí se pasaron, que fuesen esclavos porque huyeron de la carnicería”[21]
La violación de mujeres e hijos de los indios, los maltratos (bofetadas, puñaladas y palazos), la vejación a que eran objeto los señores del pueblo, las masacres y exterminios (despedazaban a los pobladores como cualquier acto lúdico o los quemaban vivos individualmente o en grupos), los saqueos y la desenfrenada ambición de oro estructuran la acción del “mal salvaje” o del “salvaje español”, como se puede apreciar en las siguientes citas:
“(...) los cristianos con sus catallos, y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades, extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaran y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quien de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las extrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por la piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo y burlando y cayendo en el agua decían: “Bullís cuerpo de tal”; Otras criaturas metían en la espada con las madres juntamente, y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo con paja seca, pegándole fuego, así los quemaban. Otros y todos los que querían tomar a vida cortábanles ambas manos, y de ellas llevaban colgando y decíanles: “Andad con cartas” (conviene a saber): llevad las nuevas a las gentes que estaban huidas por los montes. Comúnmente mataban a los señores y nobles de esta manera: que hacían una parillas de varas sobre horquetas, y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos desesperados, se les salían las ánimas” [22]
“(...) para vengarse hicieron ley los españoles, que todos cuantos indios de todo género y edad tomasen a vida echasen dentro de los hoyos, y así las mujeres preñadas y paridas, y niños y viejos, y cuantos podían tomar echaban a los hoyo hasta que los henchían, traspasados por las estacas, que era una gran lástima ver, especialmente las mujeres con sus niños. Todos los demás mataban a lazadas y a cuchilladas, echábanlos a perros bravos que los despedazaban y comían, y cuando algún señor topaban por honra quemábanlo en vivas llamas” [23]
“Débese de notar otra regla en esto: que en todas partes de las indias donde han ido y pasado cristianos, siempre hicieron en los indios todas las crueldades sus dichas, y matanzas, y tiranías, y opresiones abominables en aquellas inocentes gentes, y añadían muchos más y mayores, y más nuevas maneras de tormentos, y más crueles siempre fueron” [24].
4.2. OPOSICIONES QUE CONTRIBUYEN A CONFIGURAR AL “SALVAJE ESPAÑOL”
En todo sistema un elemento se define por oponerse a otro. En Las Casas se verifica este principio cuando tiene que caracterizar tanto al indio como al conquistador. Pero antes debemos puntualizar cual era la visión que el conquistador tenía del indígena, lo que podría en cierto modo justificar su actitud frente a él.
Para los primeros españoles la naturaleza del indígena estaba exenta de toda humanidad, pues sólo era un objeto, una “pieza”, una cosa. Por la ausencia de valores y costumbres occidentales, era no-civilizado, un estado intermedio entre la bestia y el objeto; por su desconocimiento de la religión católica, no era humano. Esta concepción que tiene su generador en Colón, se va a modificar ligeramente con los estereotipos planteados por Cortés y Bernal Díaz, al considerar al indio como naturales, bárbaros, infieles, diferentes e inocentes. Pero aún así, el indígena será considerado como botín de guerra, esclavo, bestia de carga y objeto, como se demuestra en las siguientes citas:
“Después de acabadas las guerras y muertos en ellas todos los hombres, quedando comúnmente los mancebos y mujeres y niñas, repartiéronlos entre sí, dando a uno treinta, a otro cuarenta a otro ciento y doscientos según la gracia que cada uno alcanzaba con el tirano mayor, que decían gobernador, y así repartidos a cada cristiano, dábanselos con esta color que les enseñase en las cosas de la fe católica, siendo comúnmente todos ellos idiotas y hombres crueles, avarísimos y viciosos, haciéndolos curas de ánimas. Y la cura o cuidado que de ellos tuvieron fué enviar los hombres a las minas y sacar oro, que es trabajo intolerable, y las mujeres ponían en las estancias, que son granjas, a cavar las labranzas y cultivar la tierra, trabajo para hombres muy fuertes y recios. No daban ni los unos ni los otros de comer sino hierbas y cosas que no tenían substancias, secábaseles la leche de las tetas a las mujeres paridas, y así murieron. En breve todas las criaturas (...) murieron en las minas de trabajos y hambre y ellas en las estancias o granjas de los mismos (...). Decir las cargas que les echaban de tres y cuatro arrobas, y los llevaban ciento y doscientas leguas, y los mismos cristianos se hacían llevar en hamacas, que son como redes, a cuestas de los indios, porque siempre usaron de ellos como bestias para cargas. Tenían mataduras en los hombres y espaldas de las cargas, como muy matadas bestias”. [25]
“(...) y acaeció allí dar por una yegua ochenta indios, ánimas racionales”. [26]
El indio para Las Casas, será en cambio, un ser racional, humano, seres simples, sin maldades ni dobleces, sin rencillas, ni bullicios, no rijosos, sin odios, obedientísimos, fidelísimos a sus señores naturales y a los cristianos, humildes, pacientes, pacíficos, delicados, tiernos, indefensos, paupérrimos, sin codicias, ni soberbias, ni ambiciones, aptísimos para recibir la fe católica y ser dotados de virtuosas costumbres y que si no tienen la doctrina de Dios y no obedecen al Rey de España es porque no lo conocen:
“Todas estas universas e infinitas gentes, a todo género crió Dios los más simples, sin maldades ni dobleces (...) cierto, estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios” [27].
Así, el buen salvaje o el bárbaro que es capaz de civilizarse, queda reducido por Las Casas a uno sola categoría: la de siervo: siervo para Dios y para el Rey, dotados de las mismas cualidades que posee cualquier ser humano sobre la tierra porque son “estas ovejas mansas y de las calidades susodichas, por su hacedor y criador así dotadas”. [28]
Por si hubiera dudas de lo que afirma, y si alguien pretende atribuir rebeldía a los indios para justificar todos los actos inhumanos de la conquista, Las Casas expresa que si en algún momento estas “ovejas mansas” se enfrentaron a los españoles, fue porque éstos los motivaron, y como todo ser humano que reacciona ante la masacre de sus seres queridos o a la destrucción de sus pueblos, los indios con toda justicia, al no soportar más abusos y masacres, se rebelaron:
“algunas veces raras y pocas mataban los indios algunos cristianos, con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen, habían los cristianos que matar cien indios”. [29]
“ninguno es ni puede ser llamado rebelde si primero no es súbdito”. [30]
Es gráfica la narración que hace Las Casas cuando se produce la matanza de los nobles y caballeros de sangre real de Moctezuma en la plaza de Tenochtitlán, la cual va a terminar en un levantamiento de indios que inclusive llega a herir de muerte a Moctezuma para pedirles guardar las armas:
“En la más propincua parte a los dichos palacios estaban sobre dos mil hijos de señores, que era toda la flor y nata de la nobleza de todo el imperio de Moctezuma. A estos fue el capitán de los españoles con una cuadrilla de ellos, y envío otras cuadrillas a todas las otras partes de la ciudad donde hacían las dichas fiestas, disimulados como que iban a verlas, mandó que a cierta hora todos diesen en ellos. Fue él, y estando embebidos y seguros en sus bailes, dice: “Santiago y a ellos”, y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados, y a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida: lo mismo hicieron los otros en las otras plazas. Fue una cosa ésta que a todos aquellos reinos y gentes puso en pasmo, y angustia, y luto e hinchó de amargura y dolor; y de aquí a que se acabe el mundo o ellos del todo se acaben, no dejaran de lamentar aquella calamidad y pérdida de la sucesión de toda su nobleza, de que se preciaban de tantos años atrás. Vista por los indios cosa tan injusta de su universal Señor, porque él mismo se lo mandaba que no acometiesen ni guerreasen a los cristianos, entonces pónense en armas toda la ciudad y vienen sobre ellos, y heridos muchos de los españoles apenas si pudieron escapar”.
De esta forma, los conquistadores españoles serán para Las Casas “lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos” que despedazaban, matan, angustian, afligen, atormentar y terminan con diferentes formas de crueldad a las ovejas mansas que son los indios. Además los conquistadores serán gente sin instrucción, avaros, vicios y crueles, que desprestigian la fe cristiana y al rey; gente deshonesta, sin palabra de honor, traicionera, hipócritas, desequilibrados, fieras abominables que matan sin razón o por un solo motivo: el oro.
Esta aproximación al sujeto colonizador como “salvaje español” merece ser dialogada con otros estudios coloniales en investigaciones futuras. Merecería destacarse por ejemplo la relación entre la ambición por la riqueza y la actitud de los españoles frente a los indios. Queda por resolver también la segunda oposición entre América y España, vista a la luz de un libro tan revelador como la Brevísima relación.
===========================================================
Notas.
[1] LOZANO , J . Análisis del discurso . Hacia una semiótica de la interacción textual. Madrid : Cátreda , 1982. .p. 79
[2] LOZANO, J. Ob. Cit .p, 206.
[3] Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. Introducción , selección y notas de Miguel León Portilla . Versión de textos nahuas, Angel Ma. Garibay k. México: UNAM, 1987. Prefacio a la edición.
[4] BAJTIN , M. Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI, p. 87.
[5] LOZANO, J. El discurso histórico. Madrid: Alianza Editorial, 1987. p. 96.
[6] El OTRO en el contexto colonial es una categoría analítica ocupada por todos los sujetos menos el europeo. (Adorno, R. “Nuevas perspectivas en los estudios literarios coloniales hispanoamericanos”. En: Revista de crítica literaria latinoamericana. Año XIV, Nº. 28, Lima, 1988. p. 20.
[7] PEASE G. Y, F. “Los cronistas y los andes”. En Revista de crítica literaria latinoamericana. Año XIV Nº. 28, Lima, 2do. Semestre de 1988. p. 122.
[8] PEASE G . Y. Ob. Cit.p.122.
[9] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Buenos Aires: Mar Océano. 1956. pp. 19-21.
[10] PASTOR, B. Discurso narrativo de la conquista de América. La Habana: Casa de las Américas, 1983. p. 10
[11] PASTOR, B. Ob. Cit. pp. 8 – 9.
[12] Para Lozano, el yo he visto se sitúa como garante de verdad y como autor fiable tanto de los hechos que cuenta como del decir mismo; no es cualquiera el que habla sino alguien que fue testigo. “Aún más, desde la instancia de la enunciación ese YO HE VISTO acredita al mismo tiempo un YO DIGO, en la medida en que digo lo que he visto” (LOZANO, J. El discurso histórico. Madrid: Alianza editorial, 1987. p. 19)
[13] “Si sólo se puede recurrir al he oído, sólo la fiabilidad en la transmisión, sujeta a memoria, y la sagaz elección de los testigos directos puede, entonces, proporcionar credibilidad” (LOZANO, J. Ob. Cit. p. 20)
[14] LAS CASAS. Ob. Cit. p. 20.
[15] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p.
[16] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 28
[17] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 100
[18] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 20.
[19] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 46.
[20] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 32.
[21] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 32.
[22] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. pp. 27-28.
[23] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 55.
[24] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 34.
[25] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. P. 33-34.
[26] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. P. 58.
[27] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 23-24.
[28] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. p. 24.
[29] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. P. 29.
[30] FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. Ob. Cit. P. 51.
===========================================================
Referencias Bibliográficas
ADORNO, R. “Nuevas perspectivas de los estudios literarios coloniales hispanoamericanos”. En Revista de crítica literaria latinoamericana. Año XIV, Nº 28, Lima 2do. Semestre de 1988. pp. 11-27.
ARANIBAL, C. (1964). Pedro Sarmiento de Gamboa. Lima: Biblioteca de hombres peruanos. Pp. 67-1059.
DE LAS CASAS, Fray Bartolomé. (1986). Brevísima relación de la destrucción de las indias. Buenos Aires: Mar Océano.
LOZANO, J. (1987). El discurso histórico. Madrid: Alianza Editorial.
LOZANO, J.; PEÑA-MARÍN, C.; ABRIL, G. (1982). Análisis del discurso. Madrid: Cátedra.
ARANIBAL, C. (1964). Pedro Sarmiento de Gamboa. Lima: Biblioteca de hombres peruanos. Pp. 67-1059.
DE LAS CASAS, Fray Bartolomé. (1986). Brevísima relación de la destrucción de las indias. Buenos Aires: Mar Océano.
LOZANO, J. (1987). El discurso histórico. Madrid: Alianza Editorial.
LOZANO, J.; PEÑA-MARÍN, C.; ABRIL, G. (1982). Análisis del discurso. Madrid: Cátedra.
PEASE, F. Las Crónicas y los Andes. En Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Año XIV, Nº28, Lima, 2do. Semestre de 1998, pp.117-158.
PORRAS BARRENECHEA, R. (1986). Los Cronistas del Perú (1528-1560) y otros ensayos. Lima: Biblioteca clásica del Perú Nº 02, pp.362-375
THEODOSIADEIS, F. (1996). Literatura Testimonial. Análisis de un discurso periférico. Santa Fé de Bogotá: mesa redonda Magisterio.
PORRAS BARRENECHEA, R. (1986). Los Cronistas del Perú (1528-1560) y otros ensayos. Lima: Biblioteca clásica del Perú Nº 02, pp.362-375
THEODOSIADEIS, F. (1996). Literatura Testimonial. Análisis de un discurso periférico. Santa Fé de Bogotá: mesa redonda Magisterio.
===========================================================
Marco Arnao Vásquez
Centro de Investigación y Asesoría para el Desarrollo Sostenible (CINADES)
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo (USAT)
Chiclayo, Lambayeque-Perú
marcoarnao@yahoo.es
oswmarc@gmail.com
Chiclayo, Lambayeque-Perú
marcoarnao@yahoo.es
oswmarc@gmail.com